Edificios emblemáticos

Concejo Municipal

Realiza actualmente sus sesiones en dos casas históricas de la ciudad, que han sido cuidadosamente preservadas y adaptadas para este fin. Estas casas, de diferentes estilos arquitectónicos, representan tanto el valor histórico como social de la ciudad. Una de ellas, una vivienda de estilo antioqueño construida en bahareque, fue habitada por el poeta Luis Carlos González Mejía, reconocido por su amor a Pereira y su obra literaria. En su honor, cada 26 de septiembre se celebra el Día de la Pereiranidad.

La otra casa, habitada por Jorge Roa Martínez, un hombre clave en el desarrollo de la ciudad, refleja la transición de Pereira de aldea a ciudad, con un diseño influenciado por la arquitectura europea. Roa Martínez, aunque no nacido en Pereira, dedicó su vida al progreso de la ciudad, especialmente en los ámbitos político, económico y académico. Ambas casas son testigos del legado cultural y social de Pereira y de las personas que contribuyeron a su desarrollo.

Casas coloniales

La casa es un ejemplo representativo de la arquitectura de bahareque desarrollada en Pereira a comienzos del siglo XX, influenciada por la bonanza económica del café tras 1920. Este auge permitió el acceso a nuevos materiales y estilos, que fueron incorporados en una arquitectura única, adaptando modelos tradicionales de casa de patio con influencias europeas y norteamericanas.

El inmueble destaca como una de las pocas muestras de esta arquitectura regional, incorporando innovaciones como el uso de lámina y vidrio, inspirados en el Art Nouveau. Además, la madera fue refinada, mostrando detalles de gran calidad en interiores y exteriores. Esta casa se considera un legado cultural y un testimonio del periodo histórico que consolidó la identidad local, aunque su verdadero significado aún no es plenamente reconocido por el público general.

Casa Ochoa

La casa esquinera, construida en la década de 1920, es un destacado ejemplo de la arquitectura republicana regional y la colonización antioqueña en Pereira. Realizada con la técnica del bahareque, utiliza materiales locales como madera, esterilla, pañete y teja de barro, lo que refleja un enfoque ambientalmente sostenible. La estructura mantiene en gran medida su estado original, incluyendo muros, entrepisos y cubierta, aunque la fachada presenta desgaste debido a la falta de mantenimiento y a la sustitución de materiales originales, como puertas de madera reemplazadas por carpintería metálica.

Este inmueble, construido por Enrique Ochoa, ilustra la transición en la colonización antioqueña hacia constructores y talladores empíricos, influenciados por publicaciones y descripciones de viajeros. Representa un conjunto arquitectónico homogéneo en armonía con las casas vecinas, destacándose por elementos como el patio central, la escalera, los corredores perimetrales, y la calidad de la carpintería, incluyendo columnas con capiteles decorativos y un comedor de cancel en el segundo piso.

El Páramo

Inicialmente conocido como Al pie del páramo, fue fundado en 1917 como una tienda de abarrotes que también fabricaba jabón y velas. Con el tiempo, se transformó en un emblemático lugar de encuentro en Pereira, donde los ciudadanos y visitantes disfrutaban del aguardiente al son de los bambucos del Maestro Luis Carlos González. Este espacio fue escenario de momentos familiares, historias de ancestros, romances y reuniones de figuras políticas y personalidades de la farándula nacional.

Ubicado en el centro de la ciudad, El Páramo se convirtió en un símbolo cultural y social de Pereira, siendo testigo de importantes eventos y fuente de inspiración para la poesía del Maestro González. Aunque ya no existe debido a los avances arquitectónicos y comerciales, su legado perdura en la memoria colectiva y en fotografías conservadas por apasionados de la historia local. Revivir su recuerdo es preservar una parte fundamental del primer siglo de la ciudad.

¿Sabías que el actual edificio del Consejo Municipal de Pereira fue alguna vez la enigmática “Casa de la Hiedra”?

Esta histórica residencia, rodeada de una exuberante vegetación que cubría sus muros como un manto verde, perteneció al influyente Jorge Roa Martínez, fundador de la Universidad Tecnológica de Pereira. Su fachada, envuelta en hiedra, evocaba una atmósfera de misterio, un aire europeo de cuentos góticos, donde uno imaginaría a Drácula o a Frankenstein merodeando entre sombras. Justo al lado, se encontraba la casa del maestro Luis Carlos González Mejía. Hoy, estas dos joyas arquitectónicas son el corazón del gobierno municipal, conservando en sus paredes el eco de un pasado lleno de historia y leyendas.

¿Sabías que por la parte trasera del actual edificio de la alcaldía hay una calle bautizada con el mote de “La calle del tuvo”?

Esta peatonal que hoy está atestada de cafetines y restaurantes fue bautizada así porque, según cuentan los coterráneos de la ciudad, allí se apiñaban muchos hombres, en especial pensionados, a negociar sus baratijas y lamentarse por lo aquello que tuvieron y ya no tienen.

¿Sabías que aún hay casas coloniales en Pereira?

Ubicadas en la carrera séptima entre calles 21 y 22, bordeando por la peatonal de la 22, las casas coloniales de Pereira que todavía sobreviven al mundo expansionista y moderno, tienen balcones de madera (macana), ventanales amplios que permiten la circulación del aire y detalles ornamentales en las puertas y ventanas. Además, muchas tienen patios centrales rodeados de corredores, lo que es típico en la arquitectura colonial para aprovechar la frescura de la brisa.

¿Has escuchado alguna vez de la misteriosa “Calle del Miadero”?

En los años 30, en lo que hoy es la calle 18 entre séptima y octava, se escondía este rincón curioso de la ciudad, donde las cantinas atraían a caballeros con sed de tragos y poco sentido de la decencia. En esa época, los orinales públicos eran un lujo escaso, así que los hombres solían salir a la calle para aliviarse sin pensar dos veces. Sin embargo, la leyenda cuenta que aquellos que se aventuraban a orinar en esa calle no estaban solos: un espectro inquietante se aparecía, acompañándolos en la tarea. Los rumores se esparcieron como pólvora, y pronto, a medida que más hombres afirmaban ver o sentir la presencia de un “compañero invisible” en sus momentos más vulnerables, la Calle del Miadero se convirtió en un lugar temido y evitado. ¿Serías capaz de recorrerla al caer la noche?

¿Has oído la historia de la candileja en Pereira?

Se cuenta que, allá por los años treinta y cuarenta, en la esquina de la calle 32 con séptima, cerca del cementerio, una luz misteriosa aparecía en la oscuridad de la noche. Era como una flama errante que salía del cementerio y recorría toda la cuadra, aterrorizando a los vecinos. Desesperados, los habitantes llamaban a la policía, pero la luz nunca aparecía cuando ellos estaban presentes. Así pasó hasta que una mujer, de esas que no le temen a nada, retó a los vecinos: “¡Yo voy a descubrir qué es la candileja! ¿Cuánto me pagan?” Con el pago prometido y un temple de hierro, siguió la luz hasta el cementerio y, sin dudar, se adentró en la penumbra. Al final, descubrió que la “candileja” no era más que una broma: dos sepultureros aburridos, que por las noches encendían una caperuza con una luz para asustar a la gente. Aquellos hombres, sin televisión ni radio para entretenerse, encontraron su diversión en la alarma de los vecinos, quienes finalmente pudieron descansar gracias a la valentía de aquella mujer.

¿Sabías que el alma musical de Pereira tuvo su cuna en un sitio emblemático llamado El Páramo?

En una esquina modesta, la 15 con séptima, este lugar era un punto de encuentro y creatividad, donde serenateros y bambuqueros se congregaban bajo la noche, con guitarras y versos al viento. Allí, el gran poeta Luis Carlos González, sin ser músico, les daba vida a las letras que luego sus amigos vestirían de notas, creando los bambucos que hoy resuenan como parte de nuestra identidad. Aunque El Páramo ya no existe, su esencia sigue viva; esa esquina continúa siendo un rincón de encuentros, nostalgia y poesía; un recordatorio de que la música y el arte no necesitan grandes escenarios, sino corazones dispuestos a compartir su magia.

¿Sabías que el famoso punto de reunión de serenateros y bambuqueros, el Páramo, guarda una historia que parece sacada de un poema?

Hace tiempo, en ese rincón de la ciudad, el paisaje estaba libre de edificios; desde el patio de las casas se podía ver el imponente Nevado del Ruiz. La gente decía “vamos hasta el páramo”, como si con solo cruzar la calle alcanzaran las cumbres nevadas. Así nació su nombre, el Páramo, un lugar que, aún hoy, invita a soñar con montañas y nostalgias de tiempos simples y grandiosos.

¿Te has preguntado alguna vez dónde llegaron los primeros colonos en Pereira?

Aunque hoy el centro es el corazón de la ciudad, aquellos primeros pobladores no se asentaron ahí. Al contrario, se establecieron en lo que hoy conocemos como Condina. Sin embargo, estas tierras no ofrecían la fertilidad que esperaban, lo que llevó a los colonos a trasladarse poco a poco hacia zonas más cercanas al centro actual. Así comenzó el movimiento que dio forma a la Pereira que conocemos hoy.

¿Te has preguntado quién sentó las bases para la Constitución de 1886?

Don Francisco Pereira Martínez fue uno de los primeros en dejar los indicios de lo que sería la creación de esta importante Constitución, que con el tiempo se convirtió en uno de los pilares de nuestra historia jurídica.

¿Sabías que, en el siglo XIX, para fundar una ciudad, se realizaba un acto simbólico muy particular?

En lugar de ceremonias complejas, bastaba con que los fundadores desenvainaran una espada y marcaran una gran X en un árbol, a menudo cortándolo parcialmente. Este sencillo gesto se convertía en el primer hito de la nueva ciudad, dejando así, con una sola marca, el inicio de lo que sería un nuevo asentamiento.

¿Sabías que Pereira tuvo tres fundaciones a lo largo de su historia?

La primera ocurrió en 1540, cuando el mariscal Jorge Robledo, quien entonces ostentaba el rango de capitán, llegó a estas tierras y fundó la ciudad de Cartago. Sin embargo, apenas un año después, en 1541, llegó su superior, Sebastián de Belalcázar, quien informó que la ciudad había sido mal fundada I. Esto obligó a los colonizadores a realizar una nueva fundación.

Finalmente, el 30 de agosto de 1863, con una ceremonia religiosa encabezada por el padre Remigio Antonio Cañarte, se fundó legalmente la ciudad de Pereira, que conocemos hoy. Esta tercera y última fundación marcó el inicio de un nuevo capítulo para la ciudad y sus habitantes, consolidando su identidad y lugar en la historia de Colombia.

¿Sabías que la emblemática Plaza de Bolívar no siempre llevó ese nombre?

En sus primeros años, fue conocida como Plaza Victoria, reflejo de una época en la que nuestra identidad aún estaba marcada por influencias europeas. De hecho, el diseño urbano de la ciudad y el trazado de sus calles fueron obra de un arquitecto inglés llamado Walker, quien eligió el nombre de “Plaza Victoria” para este lugar central que, con el tiempo, se convertiría en un ícono de nuestra historia y cultura.